Sor Juana Inés de la Cruz: más poeta que monja, más monja que mujer

“¿Qué tiene Sor Juana que alborota tanto los ánimos?”. Esa fue una de las cuántas indagaciones que se hicieron sobre la mexicana Juana de Asbaje y Ramírez  de Santillana, la que fue más poeta que monja, más monja que mujer.
Desde niña, curiosa y solitaria, tuvo inclinación a los escritos advenidos de su deseo por el conocimiento. Nada de muñecas o de juegos infantiles. Su espacio favorito era la biblioteca de su abuelo. No es en vano que a los tres años empezó a leer y a los siete ya sabía escribir. Tal anhelo por el estudio la llevó al punto de vestirse de hombre para tener acceso a la educación. Como su intento no tuvo éxito, por supuesto, su salida fue vestirse de monja. Así que, orientada por su confesor, encontraría en el convento el lugar para realizar su deseo.
Sin embargo, como toda adolecente, la pasión no fue un sentimiento nulo en su vida. A los 17 se enamoró, pero compartir la vida diaria con sus libros y con sus cuestionamientos científicos eran mayores que sus inquietudes de mujer. Además, ni todas las mujeres son iguales: unas necesitan la maternidad, otras la soledad y es en esa soledad de su celda donde Juana se descubre poeta. Para ella la inteligencia no tenía sexo y le resultaba absorto que solamente los hombres tuvieran acceso a las escuelas y a las universidades. Como era una mujer que no se entregaba a las imposiciones de la sociedad machista, fue perseguida por la iglesia porque debería dedicarse a sus funciones de monja no a especulaciones sobre la ciencia o sobre el papel de la mujer. Justamente por eso, tenía miedo de no ser la monja que la iglesia quería.
A pesar de esas críticas, como monja, cumplía sus deberes, pero no ambicionaba otra ocupación mayor dentro del convento. Prueba de eso, es que se rehúsa a presentarse como candidata a abadesa. Ese rechazo se debe porque estaba concentrada en su primera obra poética “Primero Sueño”, donde trata de la especulación sobre el conocimiento. Su poesía fue fuertemente juzgada y condenada, a punto del obispo culparla por la disipación mundana en el convento. Sufre con las condenas, pero ella sabía bien que el conocimiento es siempre una trasgresión.

Lo impactante en Sor Juana es su capacidad de cuestionar y reflexionar, aunque sin tener acceso a los libros, decía que continuaría estudiando por medio del cielo, de las yerbas y en la cocina: “Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”.  Su talento alcanzó  no solo la poesía, pero el teatro y la prosa. En su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, podemos encontrar el primer documento feminista escrito en pleno siglo XVII.  El cultivo de todos esos géneros fueron resultados de sus investigaciones diversas: teología, astronomía, gramática, historia, política, economía. No es en vano que recibía visitas en su celda de estudiosos, religiosos y gobernantes para pasar horas discutiendo sobre temas polémicos.  Por todo su ingenio  es que por donde Juana pasaba crecía la envidia. Poeta, monja, mujer. Como mujer no se inclinó a las reglas de la sociedad y se puso más allá de su época, menos mujer porque no abrazó el matrimonio ni la maternidad; más monja porque en esta función encontró la oportunidad de acercarse a los libros, menos monja porque no se entregó de todo a las reglas del convento; más que mujer y monja: poeta, porque este deseo la llevó a sobreponer todos los límites impuestos en su tiempo.


  • Por Regiane S. Cabral de Paiva. Texto escrito a partir de la película: “Yo, la peor de todas

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